
Sueño para Laura Damián
Sueño con Laura Damián. La sueño dormido y despierto. A veces, mientras trabajo en el estudio la veo pasar, “¿Laura?”. Laura, espérame Laura, no te vayas. La persigo con el pensamiento. Dónde está. “¿Laura?” No me contesta. Sigo su sombra hasta el jardín, ahí está ella con un vestido blanco de encaje, como una novia eterna.
Antes de que amanezca ya estoy despierto y dando vueltas. Camino en círculos, descalzo y con las manos detrás de la espalda. “Laura”, murmuro, y Laura pasa corriendo a mi lado, voltea a mirarme como invitándome al juego de perdernos para siempre. “Laura, entiende, no son horas para estar jugando”. Laura ríe, me mira, se detiene, el cabello revuelto le roza los labios.
Laura corre en círculos por el jardín. Ahora tiene siete años, ahora doce, ahora quince, ahora diecisiete, ahora es la mujer que nunca llegará a ser. “Quim, ven a jugar conmigo”, dice, y me toma del brazo para guiarme bajo tierra a su guarida, como una Perséfone que conoce los secretos de la oscuridad.
Despierto desnudo, de espaldas sobre la hierba y con el pecho abierto al mundo, empapado de rocío, como pasto verde mirando al cielo, incrédulo. Pienso en Laura Damián. Respiro la mañana que guarda su rastro. Respiro a Laura Damián, episodio de un recuerdo que puede perderse en cualquier momento. La sueño en mi recuerdo, la reinvento y la desdibujo. “¿Laura?”. Lo sé. Laura está recostada a mi lado, desnuda sobre la hierba.
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